POR Edwin Disla (El autor es premio nacional de novela del
año 2007)
Hoy |
Areíto | Sábado 12 de julio del 2008
A Darlen Messón, hija del mártir José Messón,
torturado con saña por haber sido militar de la tiranía
La forma en que murió José Messón, probablemente el
más célebre de los expedicionarios de 1959 debido a su pavorosa foto sentado en
la silla eléctrica de La 40, la describió el órgano de la Agrupación Política
14 de Junio, El 1J4, en su edición del 22 de diciembre de 1961.
No obstante por respeto a la memoria histórica
precisaremos algunos detalles. José Messón, nativo de Barahona, siendo sargento
mayor de la Marina de Guerra y maquinista al servicio del yate Angelita,
desertó de éste y solicitó, con éxito, asilo territorial en Norteamérica.
Con la firme decisión de liberar a su patria, se unió
a un grupo de luchadores anti-trujillistas dirigidos por Manuel Batista
Clisante, quienes pretendían arribar al país partiendo de las costas de Miami.
Pero la conjura fue descubierta y desarticulada el 29 de julio de 1958, y
Messón entonces, un año después, esperanzado con el triunfo de la Revolución
Cubana y con la solidaridad que prometía, se trasladó a La Habana, donde se
unió al Movimiento de Liberación Dominicana (MLD). El MLD, con el apoyo de Fidel
Castro, fundó el Ejército de Liberación Nacional (ELN), que se encargó de
aglutinar a los hombres más decididos. Ellos conformaron una expedición de 198
combatientes, quienes divididos en tres grupos, irrumpieron en República
Dominicana en el mes de junio de 1959: uno en avión por Constanza, otro en la
lancha Carmen Elsa por Maimón y el tercero en la nave Tínima por l Estero
Hondo.
José Messón era el maquinista de la Carmen Elsa, y en
el trayecto tuvo que arreglarle el timón y posteriormente asumir su dirección.
El 20 de junio Messón se cubrió de gloria al hacer realidad el desembarco por
Maimón. Empero el poderoso aparato bélico trujillista que esperaba la
expedición, la diezmó en pocos días. Messón, herido de bala en la pierna
izquierda, a los dos días del desembarco cayó prisionero.
Primero lo llevaron a la Base Aérea de San Isidro y
después a la cámara de tortura de la cárcel de La 40, donde tras ablandarlo con
vergas de toro, varas de bambú y alambres de púas, lo sentaron en la silla
eléctrica. Como el hijo del tirano, Ramfis Trujillo lo consideraba un traidor,
ordenó que lo torturaran con fuertes voltajes y luego lo asesinaran ante sus
antiguos compañeros de armas para que ninguno de ellos se atreviera a imitar su
acto.
Muchos de estos antiguos compañeros de Messón fueron
transportados en varios camiones al campamento Trujillo de la Marina en la
avenida Independencia, donde hoy está Radio Patrulla y los colocaron en
formación en el patio, junto al personal del recinto, en un lugar colindante con
la Correa y Cidrón. Reinaba un silencio sepulcral. Repentinamente llegaron tres
vehículos de San Isidro, y de cada baúl sacaron un expedicionario y los
ubicaron en el centro. De los tres prisioneros, atados sus brazos a la espalda,
el más moreno, fornido y alto parecía un despojo humano con sus ojos rojo
sangre y su cuerpo atiborrado de hematomas.
A él se dirigió el capitán de corbeta Germán Bello con
las siguientes palabras: “Messón, ¿cómo es posible que tú hayas traicionado al
Jefe y a la marina? ”El prisionero con su mirada perdida, apenas sosteniéndose
sobre sus pies, intentó hablar inútilmente”. Germán Bello lo derribó de una
bofetada. En el suelo, le colocaron un lazo al cuello, de una soga que colgaba
discretamente de la robusta rama del mango, y halaron a Messón. En el pináculo
lo retuvieron un minuto y lo dejaron caer contra el suelo asfaltado. Tras
repetir esta acción cuatro veces, soltaron la soga y el ya cadáver se precipitó
a tierra. A seguida el cabo barbero Rossó Piña, con un enorme y filoso cuchillo
le cercenó los órganos genitales y le dividió el cuerpo en cuadritos.
El oficial de mesa alférez Jesús María Boñuela, de
origen español, indignado comentó a media voz: “¡Qué barbaridad!” Este
comentario le costó la vida: a los tres días lo asesinaron valiéndose del muy
usado método trujillista de “accidentarlo” en un automóvil.
El barbero Rossó Piña, continuando con su macabra
tarea, arrastró por la soga el cadáver, tiznando de sangre el asfalto del
patio, y se lo mostró a los militares presos por faltas disciplinarias para que
les sirviera de escarmiento. Finalmente, junto a varios de sus compañeros, con
las culatas de fusiles le destrozaron la cabeza para su introducción en un saco
de henequén, el cual con rocas y piedras en el fondo lanzarían al mar.
Este crimen, el más salvaje, sádico y cruel realizado
en un recinto de la Marina de Guerra dominicana, tuvo como colofón el
ahorcamiento en la mata de mango de los otros dos expedicionarios. En cuanto al
barbero Rossó Piña, en los años 90, ya pensionado de la marina moriría
tranquilo en su cama, y Germán Bello, en los doce años de Balaguer, instalaría
un restaurant en la autopista Las Américas, cerca de Los Tres Ojos.
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